viernes, 27 de julio de 2012

LUIS SCAFATI: Drácula y La metamorfosis




Ilustrador literario en el sentido más amplio y complejo de la palabra, el mendocino Luis Scafati tiene la envidiable capacidad de trazar las metáforas del subconsciente, el deseo, la desesperanza o el miedo, y la angustia presentes en las obras clásicas en las que ha dejado su impronta personal e inigualable en tinta y aguadas, y que develan a la vez un oficio riguroso y comprometido.
Precursor de la creación de libros de arte en su Argentina natal, Scafati es en la actualidad uno de los dibujantes como le gusta definirse más prestigiosos de su país y, al mismo tiempo, uno de los máximos creadores de libros ilustrados a nivel mundial, que publica sus obras en editoriales especializadas y exigentes como la española Libros del Zorro Rojo, que ha sabido ofrecer en su fondo libros álbum para niños y una serie de títulos ilustrados para jóvenes y adultos. En este último catálogo de títulos, la obra de Scafati, que ha propuesto sus personalísimas versiones de clásicos de la literatura, se pone al lado de otros consagrados: sus compatriotas José Muñoz, Antonio Seguí y Enrique Breccia, o los reconocidos Lorenzo Mattotti, Arnal Ballester o Robert Crumb.

Los inicios
Apasionado por la historieta en su infancia, Scafati estudia artes, una “mala palabra dentro del mundo de los ilustradores”, como afirma no sin humor. Estudió de niño dibujo por correspondencia y así accidentalmente descubrió la literatura al tiempo que la expresión gráfica.
Los lectores han visto a Luis Scafati nacido en Mendoza en 1947 evolucionar de la caricatura a la ilustración. Hace parte de una generación importante dentro de su país que se forma y publica alrededor de la ya legendaria revista cordobesa Hortensia, verdadera escuela que se formó en torno a su editor Alberto Cognini. Firmando como “Fati”ésta es la que el artista nombra su “época de humor”, aunque él tenga serias dudas sobre la gracia de estos primeros trabajossus dibujos aparecen en publicaciones como Tía Vicenta, Humor y El péndulo. “Es mi aprendizaje literario en un dibujo confiesa, poner una frase muy breve, y que esa frase tenga cierto humor, exige un aprendizaje”.
Los textos y dibujos continúan, en esa etapa de formación, hablando de temas políticos o económicos, siempre con cierta ironía, observando y haciendo una revisión de la gran ciudad que lo acoge en el que sería su futuro libro Mambo Urbano. Sus ilustraciones sueltas de su época de juventud, en medio del torbellino político argentino, se publicarán en el libro compilatorio Tinta china.
Esta evolución en su trayectoria profesional lo convierte no sólo en uno de los ilustradores más competentes de su país, sino en un artista que deja una impronta categórica e inquietante, y en cuyo oficio tienen cabida las más diversas técnicas, desde la tinta, el lápiz, la témpera o la acuarela, hasta el grabado, ya sean serigrafías, aguafuertes o litografías, en donde es posible encontrar los ecos de sus primeras y más queridas influencias: los cómics. Scafati recuerda que, accidentalmente y un poco incentivado por su madre, ingresa a estudiar Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Cuyo y mientras estudia y publica sus caricaturas, comienza a gestarse su gusto por la ilustración, una atracción que se convierte en el conflicto entre superar lo anecdótico que supone el chiste gráfico y expresar una caligrafía particular y muy propia. Scafati lo ha logrado. Y no sólo esto, él es en la actualidad un creador, un interpretador de mundos irrepetibles, un traductor, un cronista, en definitiva, un autor.

Drácula, el libro álbum
Conversar con Luis Scafati sobre su vasta experiencia nos permite descubrir, gracias a su generosidad, que el ilustrador como autor es capaz de corporizar sus vivencias, su pasado, su momento actual, y transformar estos elementos en materia gráfica y, al mismo tiempo, en materia narrativa. Estructura sus obras de manera que el aporte que hace a los libros que ilustra, de autores que conoce bien, que ama y que reinterpreta con profundidad, supera el papel de decorador de ideas de otrosaunque esto ni siquiera debería afirmarse en su caso; da al relato una nueva dimensión que bordea lo intimista, lo inquietante; aporta desde lo gráfico la propia observación e incluso la vivencia personal. Podríamos equipararlo al sello que tienen adaptaciones cinematográficas el cine, cómo veremos, resulta ser una influencia notable o referencia constante, que pueden, en palabras simples, tener ciertas particularidades que hacen una obra única, sin tener que recurrir a las complicaciones de un auteur.


Scafati es claro en sus planteamientos cuando aborda la adaptación de una obra tantas veces adaptada o representada como lo es la novela Drácula del irlandés Bram Stoker, publicada por vez primera en 1897. Quiere hacer “su” versión, rescatando, además del título, algunos de los personajes y el argumento central, conjugando su trabajo de observar y resignificar el texto, y al tiempo aportando gráficamente. “He leído mucho sobre alquimia y temas medievalesdice–, toda esa simbología me interesa. La historia es un pretexto también para integrar cosas que me atañen.”
Desde su primer libro mantiene el tema del dibujo. Entre Mambo Urbano y Drácula, dos obras ya tan lejanas y separadas por muchos otros títulos, hay una evolución; es ineludible el movimiento para un creador. En el caso de su Drácula, sus inquietudes más profundas y que ha investigado por años, como son las ciencias ocultas, el misticismo, la religión, la muerte y el sexo, lo han nutrido para trabajar en el tema. Además, claro está, también se ha alimentado de las cientos de adaptaciones del texto original; en su caso particular se nutre del Nosferatu (1978) de Werner Herzog: “Yo siento que el oficio del ilustrador, que viene de muchísimos años atrás y que se visualiza hoy con los clásicos como Arthur Rackham o Doré, está en manos de los directores de cine. Cuando veo a Herzog, a los hermanos Cohen, a Tarantino, digo: estos tipos son ilustradores, están tomando la literatura y le están poniendo una imagen, si bien muchos de ellos parten de aquellas ilustraciones. Pensemos en Doré, en su Divina comedia o en su Quijote, hay un Quijote post-Doré, que le ha dado una personalidad en el imaginario colectivo. El cine toma eso y los que hoy ilustramos tomamos del cine; se va produciendo todo un mecanismo de rotación.”.
Para crear el personaje, Scafati crea un modelo escultórico de tres dimensiones que recuerda al vampiro de Murnau, al actor Klaus Kinski, pero con cierta evocación de lo religioso proporcionada por una cofia obispal y unas alas de murciélago. Crea al personaje luego de una juiciosa documentación: “Nada surge de la nada. Todos somos un eslabón de algo, originales, sí, pero salimos de algo. El que ilustra o escribe lo hace porque vio algo que lo llevó a ese lugar. Es una pelotudez creer que uno no debe documentarse para ser pretendidamente original”.
En esa adaptación se pueden observar algunos ecos del cómic Drácula de un autor cuya obra tiene un aura erótica, el milanés Guido Crepax, aunque para él se trata de una coincidencia. Scafati tiene una obra erótica recurrente y le gusta ser reconocido como autor erótico; el motor de su mundo es el erotismo: “Es muy lindo dibujar una pareja haciendo el amor. Lo anguloso, lo esférico, me gusta dibujarlo”. El viejo uno dos título que parte de la frase de La Naranja Mecánica de Anthony Burgess es su libro más explícito y sospechosamente está agotado. Y en Drácula, el vampiro que se aproxima a las mujeres mantiene un aura de erotismo vedado. El blanco y el negro y el personaje con su cofia agazapado en las páginas le resulta muy erótico. El texto denso y acaso pesado de Stoker se transforma aquí: “Drácula lo leí, parece una rareza, pero yo leo los libros que ilustro” asegura maliciosamente. Y así, un libro barroco y cargado, que inicialmente era un encargo, se vuelve una obra personal. Ello también se debe a que hay temas del libro que lo apasionan:
“Me angustia el tema de la muerte. Me puse a pensar en el tema de la inmortalidad, luego de leerlo no quise ilustrarlo. Pero empecé a dibujar sobre el tema. Cuando tuve una cantidad de dibujos, empecé a escribir usando los nombres y la idea como núcleo de la historia. La fui armando, y complementando las ilustraciones faltantes”.
Son más de cincuenta dibujos. Entre las lecturas y sus significados y la rigurosidad fue armando un libro en el que se perfila su oficio de ilustrador literario, si es que puede llamarse así. Scafati dibuja grandes formatos que no se adaptan al escáner, pero los tamaños que lo han enfrentado con los editores y los diseñadores tienen que ver con su manera de trabajar: necesita trabajar con el gesto; para él el dibujo es como una danza, trabaja de pie, lo levanta, hace varios dibujos a la vez.
Las guardas del libro nos remiten a la relación del libro álbum con el cine. Son un homenaje a los créditos del filme de Herzog, con murciélagos volando junto a manchas de tinta, como en negativo. Dice Scafati: “El cine como generador de imágenes incide en un libro ilustrado. Un escritor hoy maneja tiempos que hace doscientos años no estaban en el relato; eso es por el cine y la forma en que nos hace ver el mundo. Incidió por supuesto en el dibujo”. El libro álbum se enriquece como obra colectiva en un trabajo muy similar al de la realización de una película. Hay aportes de todo tipo, el diseño, la tipografía, incluso los desencuentros son parte del oficio.


La metamorfosis de Franz Kafka
La metamorfosis como texto es árido. Otros libros tienen tantas imágenes que serían ideales para ilustrar. En éste por el contrario tengo que entrar por un costado. Es un proyecto personal, un ejercicio que buscaba ilustrar algo árido, una metáfora de lo que significa ser artista, en la cotidianidad, en la familia, en lo que te rodea inmediatamente”.
Luis Scafati

Entre perturbador y divertido puede resultar el origen de este libro. Scafati parte para Europa con los originales, en gran formato, buscando publicarlos en Alemania en su lengua original, sin razón aparente, sin entender muy bien el por qué. Con angustia de desconocer el idioma, camina las calles con las inmensas ilustraciones bajo el brazo, viviendo situaciones casi kafkianas: “No sé alemán. Consigo un editor, una entrevista. El traductor no puede ir a la primera reunión, pero una amiga se ofrece a ayudarme. Ella habla yiddish; es lo mismo que el alemán, vas a ver, me dice. El editor no entendió nada. Deambulé un mes con la carpeta de 1m x 70cm bajo el brazo, era el viaje de Kafka”.
En este libro el personaje de Gregorio Samsa se representa con el rostro del escritor. El ilustrador ve La metamorfosis como una autobiografía del autor checo. Ve al insecto no como una cucaracha, sino como un escarabajo que ocupa un lugar dentro del simbolismo religioso. Kafka es para Scafati un personaje religioso. En sus diarios se entiende inmediatamente que esto es una especie de metáfora de él mismo como artista, de alguien que vive en un medio familiar opresivo. La iconografía tan conocida del rostro del escritor se deforma muchas veces en la pluma de Scafati:
“Cuando leo, llevo libretas de apuntes. Mis anotaciones son en cuadernos, en algún momento aparece la imagen, no tengo una teoría de esto. Soy el primer observador de lo que hago. El que dibuja muy rara vez tiene previamente una idea muy clara. El dibujar es una forma de pensamiento”.
Los mundos casi paralelos de Kafka lo atraen, igual le ocurriría con las Aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe: “Hay cosas que te tocan en el arte. Los núcleos energéticos que están en una novela, en una obra de cine, en un poema, alrededor de eso girás y pivoteás. Kafka me costó sacármelo, ese pensamiento que en mi caso se traduce en imágenes”.
Scafati, formado en el arte gráfico, claramente entiende que en su labor el mensaje se debe transmitir de forma clara –ya sea haciendo humor o carteles, y su inmediato examen era con sus hijos cuando eran pequeños, siempre exponía su obra a quienes lo rodeaban. Los originales de sus obras, por tamaño y calidad, claro–, se exhiben constantemente. El autor no hace diferencia entre sus obras personales y sus ilustraciones publicadas.
El ejercicio de interpretar obras, considera Scafati, es importante para los ilustradores; según él, no se debe pensar en trabajos terminados y es necesario hacerse fuerte antes de publicar: “El hecho de saber que esto que hago lo voy a publicar adultera un poco la libertad natural que te asalta. Hacerse fuerte es mirar, documentarse, leer, es decir, lo que te va formando como ser”.
Scafati sigue trabajando en el mundo editorial en los proyectos que le gustan. Sus dibujos perturbadores tal vez no tienen mucho que ver con su dulce y amable personalidad. No obstante, su humor malévolo dejará abierta alguna posibilidad de sorpresa: “Cuando alguien me conoce y ha visto mucho mis dibujos dice ‘¡Ah! ¡Pero vos sos bueno!’Pero no te descuides, no me des la espalda… es una suerte que se me haya dado por la plumilla y la tinta…”.



Jairo Buitrago (publicado originalmente en Memorias del 2º Congreso Internacional de Ilustración fig 02 Bogotá) 

miércoles, 4 de julio de 2012

MORRISEY





Querido Morrisey:
He aprendido ciertamente, pocas cosas
algunas de ellas imprescindibles, que (por ejemplo):
algunas chicas son más grandes que otras,
y  de cierta gente mala en la derecha.
Ahora sé que Reggie Kray y Ronnie Kray, son los últimos de los famosos playboys internacionales,
ahora sé que Yeats y Keats  están de otro lado, y podemos escupìr sobre el nombre
De Oliver Cromwell.
Ahora sé.
Pero lo más importante para mí, es una montura ribeteada en plata reluciente
y una espuela que me ciega.
Cuéntanos Morrisey, la primicia suavemente.
Cuéntanos la primicia suavemente.
"Posponer vuestros planes; posponerlos"